El día arrancaba con luz distinta, con el Congreso pariendo lo que será un nuevo Gobierno. Estamos asistiendo a la redacción de un trascendental capítulo en la historia de nuestro país, una desquiciante investidura que ha puesto en relieve el nivel político en el que nos encontramos.
350 diputados, muchos de ellos charlando por los pasillos o disfrutando de un café caliente. Algunos se mantienen en sus asientos, con la mala suerte de que al ser enfocados, siempre se les ve mirando el móvil, quién sabe si disfrutando de los memes en directo o explicándole a la familia que llegarán tarde a casa.
La amnistía parece postularse como la gran preocupación de España, la vuelta de Puigdemont quita el sueño y enciende las calles. La condonación de la deuda a Cataluña y los pactos secretos con Bildu pasan desapercibidos porque, ¿qué importancia han de tener en comparación con la vuelta del prófugo?
14 diputados catalanes tienen más fuerza que el resto, me produce cierta envidia. Una sexta parte del Congreso la forman los diputados de Andalucía, 61 para ser exactos. Han presenciado impasibles cómo en las interminables horas de debate nadie se ha acordado de Doñana, de las fábricas en Cádiz, de la droga en Algeciras, de la sequía, de que las playas de la Costa del Sol dan pena, de cómo siendo los mayores exportadores de aceite lo pagamos al precio más alto…
Ay Andalucía…los leones de nuestra bandera continúan en un letargo que aparenta interminable. No olvidemos nunca de dónde venimos, de nuestro mártir Caparrós, ni olvidemos nunca el inicio de nuestro libertario himno: 'andaluces levantaos’. Hoy es el día del flamenco, nacido en Andalucía, por mucho que le pese a la amante de la fruta que gobierna la capital. Tampoco se acordarán de ello en el Congreso.

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