Me encuentro abrumado, envuelto entre las olas de esta catarsis. La luna ha elegido que hoy la marea sea baja, que en el andar de la orilla deslumbre el reflejo de los recuerdos, que la rama que me mantenía a flote haya hundido la última sed de esperanza. La corriente nos llevó consigo, provocando una escisión que dejaría huérfana el alma y el querer.
El mundo es de los inconformistas, o eso dicen, pero mi pensar se aleja de esta afirmación. No existe mayor valentía que la de aquel que asume su destino, que conoce el límite existente y decide no cruzar la línea roja. La lucha por alcanzar un placer efímero me ciega, opacándome el pozo de lágrimas que prosigue aquel gusto pasajero y, sobre todo, egoísta. Se agotaron las opciones, toca nadar y nadar hasta que el corazón dictamine que es momento de reencontrarse con la superficie.
Pese al continuo latir de este sentimiento, no cesa el cavar de esta prematura tumba que soslaya una muerte segura. Ojalá fuera un hasta luego, pero es un hasta aquí. Nos privaron de la gloria compartida y ahora te doy la mano desde mi lado de la línea roja. Vuelvo a flote, no consigo hacer pie y la espuma ha borrado tu reflejo. Naufragamos en islas distintas, cada uno cimentará su rescate, pero ninguno podrá borrar las marcas del oleaje tatuadas en nuestra piel.
Cago en la mar, valiente cobardía…
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